19 de febrero de 2015

El viaje que cambió todo


Hace un par de años me di cuenta de algo que nunca había analizado demasiado, aunque una vez que lo vi me pareció tremendamente obvio y, mirando hacia atrás, de alguna manera ya lo sabía, porque durante una época mi mejor amiga solía decir que las personas dicen o hacen cosas, hablan o interpretan lo que sucede a su alrededor de acuerdo a “su propia construcción de la realidad”.

Un tiempo después, en una época de profundas conversaciones llegué a darme cuenta realmente de aquello. Cada vez que veo lo que sucede a mi alrededor, cada vez que escucho alguna historia o escucho a alguien hablar, cada vez que alguien me pregunta mi opinión o me pide un consejo, cada vez que me detengo a analizar mi entorno lo estoy haciendo desde mi. Desde mi perspectiva, desde toda mi historia de vida, desde todo lo que he aprendido, desde lo que creo bueno o malo, desde las emociones que aquello me provoca.

Es importante darnos cuenta de esto, porque a veces es muy fácil juzgar a los otros, actuar de forma arbitraria o tratar de imponer nuestra forma de pensar sobre los demás.

Viví y obré haciendo siempre mi mayor esfuerzo por tener esto presente hasta hace un poco más de un mes.

Con el nuevo año llegó a mí la oportunidad de vivir una experiencia increíble que me hizo dar cuenta de que el hecho de estar consciente de mi parcialidad al momento de actuar no era suficiente, porque mi forma de ver la vida y las cosas era estrecha.

Conocí un grupo de gente maravillosa que por medio de conversaciones, aventuras y experiencias me enseñó un montón de nuevas perspectivas, o lentes, como les llamamos nosotros.

Vivimos una aventura de tres semanas en el extremo sur del planeta, en medio de la exuberante y verde vida de los bosques del Cabo de Hornos, compartiendo con profesores y estudiantes de áreas del conocimiento tan diversas como biología, filosofía, teatro, genética, geografía, economía, periodismo, inglés… y cada una de estas hermosas personas me enseñó una nueva forma de ver la vida, me enseñó a ver el mundo que me rodea de una forma más amplia: ahora ya no veo las cosas desde mis propios lentes, sino también a través de los lentes de cada uno de ellos, de una forma más amplia, más comprensiva, más tolerante.
Uno podría pensar que tres semanas, comparado a 8 años de vida universitaria no son nada. Sin embargo puedo decir con firmeza que en esas cortas tres semanas aprendí más sobre la vida, sobre mi misma y sobre la forma de ver el mundo que en los últimos ocho años.

Pero esta aventura de tres semanas en el extremo sur de este hermoso país no solo me enseñó sobre los nuevos lentes. Allí terminó por despertar en mi aquella urgencia por salir de aquel lugar al que todos llaman “realidad” porque para mí aquello no es la realidad ni mi verdadero hogar. Me di cuenta de que aún me falta tanto por vivir y conocer para encontrar mi lugar en la vida y en el mundo.

Se acabó el escape de este verano y es momento de volver a esa “realidad”.

¿Qué es la “realidad”?

Me cuesta imaginar el momento de enfrentar aquello que me parece tan lejano, tan ajeno, tan extraño y tan simple.

Acabo de vivir una experiencia que cambió mi forma de ver el mundo y que reafirma ese sentimiento que me ha molestado por tanto tiempo de que no puedo vivir una vida “normal” y sin embargo tengo que volver a ella.

Es fácil vivir en la ciudad, dejarse llevar por todas las comodidades, hundirse en la rutina… quiero salir de todo eso, quiero alejarme de la rutina, quiero desprenderme de la ciudad. Estuve dos meses lejos de mi casa y ningún solo día extrañé aquellas “comodidades”, objetos, servicios. No los necesito.

Sé que, tal como dice mi mamá, el ser humano es un animal de costumbres y rápidamente volveré a acostumbrarme a todo eso, sentirme cómoda sobre todo en mi casa… pero a la vez sé que ese deseo de salir y hacer más no se va a apagar.

Hablando con un amigo logramos poner en palabras algo que muchas personas no logran ver: la mayoría de las veces nos enfocamos tanto en perseguir nuestras metas que nos cegamos a cualquier cosa que pueda ocurrir en el camino y no vemos que a veces existen caminos paralelos e incluso rumbos nuevos que nos pueden desviar de esa meta y que pueden llegar a hacernos más felices aún, sentirnos más realizados; podemos llegar a lograr cosas más grandes y más hermosas… solo hay que atreverse.

No quiero cegarme con metas poco realistas o que no tienen sentido, quiero desviarme del camino y vivir más y nuevas aventuras.

No es que no quiera volver a Santiago, a mi casa, a mis amigos, a mis obligaciones académicas… no. Quiero hacerlo, porque es parte del desafío; porque la carrera que estoy estudiando es la herramienta que quiero y que necesito para hacer lo que quiero ser y hacer de mi vida; porque mis amigos son un hilo fundamental en el tapiz que es mi vida; porque a pesar de que Santiago es una ciudad agobiante y violenta, me enseña cosas cada día; porque he construido un refugio en esa casa donde guardo tantos tesoros…

El punto no es ese…

El punto es que ya experimenté algo tanto más grande y hermoso, que estoy impaciente por volver a vivir aventuras así y por poder compartir esas aventuras con aquella persona que es un desafío constante para el intelecto, para la razón, para los paradigmas, para el aburrimiento, para la rutina, para los sentidos…

1 comentario:

  1. Vuelve confiada a la "realidad" porque la única realidad auténtica es lo que somos y lo que hacemos con lo que somos, todo lo demás son construcciones subjetivas. Después de todo lo vivido, tu misma eres una "nueva realidad" y eso es lo que te acompañará a donde quiera que vayas.
    Y porque como dice el poeta: " toda la vida es hoy", sigue viviendo cada hoy con la pasión que pones en cada cosa.
    Feliz de tenerte pronto también en mi realidad.
    Mil besos, te quiero compañera hermosa.
    Namaste.

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Hola!! gracias por leer y darte un minuto para comentar =)
Namaste