La tranquilidad de aquella noche era casi palpable. En un cielo completamente despejado, la luna, casi llena, iluminaba los campos que rodeaban la ciudad y el aire nocturno de finales de verano permanecía quieto y tibio.
Por alguna razón desconocida despertó, como cuando medio dormida y medio despierta se gira en la cama para acomodarse y seguir durmiendo, pero esta vez no pudo seguir durmiendo por que de pronto la tierra comenzó a moverse, primero suavemente, como tantos otros temblores que son comunes en aquel país largo y angosto, pero luego de unos segundos el temblor aumentaba de intensidad y el momento en que la tierra se tranquilizara parecía lejano.
Todo a su alrededor comenzó a moverse, vibrar y sonar al ritmo del temblor que más que temblor era ahora terremoto. Era como ir arriba de un tren, solo que el movimiento era muchas veces más intenso.
Por fin se levantó de la cama y se encaminó a la habitación contigua cuyas ventanas, abiertas, sonaban más que cualquier otra cosa dentro de la casa. Afuera, a solo unos pocos metros, los cables de la energía eléctrica oscilaban sincronizados con los postes que se movían de un lado a otro mientras que una pared ondeaba cual bandera al viento.
De pronto una idea cruza por su mente y vuelve a su cuarto tan rápido como el oscilante suelo lo permite. Aquel antiguo mueble con un enorme espejo ovalado en el centro, regalo de su abuelo años atrás, parece tener vida propia, acercándose cada vez más a la puerta, como si quisiera huir de aquel movimiento.
Luego de afirmar el mueble hecha una rápida ojeada a su alrededor; las botellas y frascos dentro del armario se han caído, pero todo es de plástico, por lo que no se preocupa. Un poco más allá el estante se ha caído sobre la cama. Los libros de las repisas más bajas están regados por el suelo y encima de la cama la radio, los parlantes y el computador están a salvo.
La tierra aún se mueve, cosa que parece increíble, y desde el piso inferior se oyen las copas tintinear en el mueble del bar. Afuera, luego de varios flashes provenientes de los cables de la electricidad, la ciudad está a oscuras, iluminada únicamente por aquella luna grande y brillante, mientras de a poco el suelo se queda quieto.